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Maratón de Sídney 2025, donde cada corredor tiene una razón.

  • Foto del escritor: Analu
    Analu
  • hace 1 día
  • 6 Min. de lectura

Completar las Grandes Maratones del Mundo no es solo una meta deportiva, es un sueño que se alimenta de cada ciudad que te recibe; fue así como Sídney se convirtió en nuestra tercera y siguiente parada, una historia por vivir que combina kilómetros, emociones y descubrimientos. 


Hay algo místico en las Grandes Maratones (las World Marathon Majors); cada una tiene una energía distinta: Londres mezcla tradición y fiesta, y Tokio vibra con una disciplina casi ceremonial… ahora en 2025, una nueva ciudad se une oficialmente al grupo: Sídney, la joya australiana, que debuta con su primera edición en ésta prestigiosa serie y seremos parte de esta historia.


En esta edición inaugural, la ciudad entera se prepara para recibir a miles de corredores de todos los rincones del planeta. Figuras icónicas como Eliud Kipchoge, considerado por muchos el mejor maratonista de la historia, y Sifan Hassan, campeona olímpica, encabezan la línea de salida, junto a 33.000 corredores más, que compartirán historia en esta primera edición. Desde el imponente Harbour Bridge, los barrios vibrantes que definen el recorrido, y el imponente Opera House que enmarca la llegada; Sídney se convierte en una auténtica celebración. Todo vibra: la emoción de la partida, el sonido rítmico de las zapatillas, la música acompañando el camino y el público animando sin descanso. Como decía la campaña oficial del evento, “Every Runner Has a Reason” (Cada corredor tiene una razón), es cierta: detrás de cada paso hay una historia, una causa y un sueño.


Los preparativos: la aventura antes de correr.

Como toda gran historia, ésta comenzó mucho antes de cruzar la línea de salida. Primero vino la emoción de conseguir el cupo oficial, y luego la tarea de organizar todo para que la experiencia fuera completa: tiquetes, estadía, logística. Nos alojamos en el Harbour Rocks Hotel, un lugar muy bien ubicado en The Rocks, desde donde podías caminar por calles llenas de historia y tener todo al alcance. Cada detalle, desde el desayuno hasta la ruta al hotel, parecía formar parte de la aventura, y el imponente Opera House a lo lejos, que nos recordaba no solo donde estábamos, sino también el propósito de nuestro viaje.


Pero antes de empacar maletas, había un requisito imprescindible: el visado australiano para los colombianos. Para nuestra sorpresa, el proceso fue mucho más sencillo de lo que imaginábamos. Tras llenar formularios, recopilar documentos y tomar huellas dactilares, al llegar a casa… la visa ya estaba aprobada. Con los tiquetes comprados, la emoción se multiplicó: contactamos a amigos y familiares que viven en Australia. Sería la excusa perfecta para reencontrarnos después de tantos años y, con suerte, conformar un gran equipo de apoyo para el día de la carrera.


La Expo y el equipo que se iba formando:

Ya instalados en el hotel, fuimos a la Expo acompañados de dos grandes amigos que viajaron desde Colombia: Juliana, entrenadora del maratonista y Jonathan, su esposo y también corredor. El ambiente era de entusiasmo y esa complicidad que solo existe entre quienes saben lo que significa pararse en una línea de salida.


El día previo estuvo lleno de reencuentros. Llegaron Sandra, mi prima (a quien no veía hace muchos años), y su novio Gabriel, saxofonista, quien estaría como músico invitado a tocar durante la carrera. También se unieron Germán y Kioko, quienes ya habían sido parte fundamental del Equipo de Apoyo, en la Maratón de Tokio y que viajaron desde Japón solo para acompañarnos; James, un amigo australiano que vivió en Manila que también correría. Más tarde, conocimos a Carlos y Tatiana, sobrinos de unos grandes amigos de Manila, quienes sin saberlo se convertirían en mis ángeles guías para llegar al punto de encuentro, el día de la carrera. Comimos juntos, compartimos risas, historias y emoción, quedando oficialmente conformado nuestro Equipo de Apoyo Emocional Sídney 2025.


Dos versiones, una misma historia:

Como acostumbramos en este tipo de historias; la narración la dividiremos en dos: desde la experiencia del Maratonista y la del Equipo de Apoyo Emocional, para revivir la experiencia desde ambos lados...


El día de la Maratón:

El Equipo de Apoyo Emocional:

Salí temprano del hotel, con la ciudad apenas despertando, rumbo a la estación donde debía encontrarme con Carlos, mi ángel del día, quien me guiaría y acompañaría hasta el punto de encuentro acordado con el Equipo de Apoyo (el kilómetro 20), donde Gabriel ya tocaba desde tempranas horas de la mañana animando a los corredores. Allí estaba Sandra y también Germán y Kioko, que junto con sus tíos, lograron llegar pese al caos de transporte por los cierres de las vías; así que cuando finalmente estuvimos reunidos, todo había valido la pena.


El Maratonista:

Salí temprano en la mañana, con mi dorsal 5586, a tomar el tren, que ese día era gratis para los maratonistas para que todos pudiéramos llegar sin complicaciones al punto de salida. El vagón iba completamente lleno; no había forma de moverse, pero bastaba mirar alrededor para sentir la energía, emoción y nervios compartidos de quienes estábamos a punto de correr. A las 6:30 a.m. ya avanzaba entre miles de corredores desde mi corral de partida, respirando hondo y recordando que debía empezar con calma, pues sabía que el recorrido era exigente por las constantes variaciones del terreno. 


El recorrido: kilómetros de historia.

Equipo de Apoyo Emocional:

La app de seguimiento, que permite visualizar a los corredores durante el recorrido en tiempo real, estaba intermitente, así que tocó hacer cuentas, intuir ritmos y estar atentos a su paso. Cuando finalmente lo vimos venir, la emoción fue absoluta: gritos, bandera al aire, videos y fotos (aunque debo admitir que mi calidad de reportera gráfica en esos momentos, es cuestionable, porque la emoción me supera y termino filmando la calle, así que ese trabajo es realizado hábil y exitosamente por los otros miembros del Equipo). Luego lo esperamos nuevamente en su paso por el kilómetro 25, y apenas pasó, salimos casi corriendo a buscar transporte rumbo a el Opera House, para ver su llegada.


El Maratonista:

Inicié mi carrera, cuidándome y al cruzar el puente, el paisaje se abrió ante mí y entendí por qué tantos dicen que ésta, es una de las maratones más hermosas del mundo: cada tramo te regala un lugar icónico que te impulsa a seguir. Me cuidé desde el inicio, manteniendo un ritmo prudente. Como siempre, llevaba mi estrategia: un gel cada ciertos kilómetros y mis pastillas de sal para evitar calambres. Pero cuando fui a tomar el segundo gel, descubrí que había perdido las pastillas. Por un segundo me estresé porque sabía lo que esto implicaría más adelante, pero retomé la concentración… un paso a la vez… enfocándome en el recorrido y de pronto, a lo lejos vi a mi esposa, mis primos y mis amigos agitando la bandera de Colombia. Ese momento fue una descarga de emoción, que inyecta energía para continuar el recorrido.


La llegada: un increíble recibimiento.

Equipo de Apoyo Emocional:

Después del paso por el 25K, llegamos a la meta casi “corriendo”, en medio de una multitud que nos impedía encontrar un buen lugar para verlo. Y cuando lo vimos aparecer, su mirada lo decía todo: cansancio, determinación y esa chispa de quien está a segundos de lograrlo.


En el punto de reunión familiar nos abrazamos con el alma. Risas, sudor, orgullo y alegría. No podía existir mejor cierre: todos juntos, testigos de otro sueño cumplido.


El Maratonista:

Los últimos kilómetros se hicieron eternos. En la última bajada hacia la meta, el cansancio pesaba y el calambre amenazaba con aparecer. Pero entonces, ahí estaba: el Opera House, majestuoso, icónico… Probablemente una de las llegadas más hermosas que he vivido.


Cruzar la meta, fue una gran mezcla de emoción, felicidad y cansancio. Recibí la medalla y comencé a caminar el último tramo hacia la zona designada para la reunión con la familia. Fue entonces cuando el calambre se manifestó con fuerza, un dolor insoportable que afortunadamente, los médicos del evento me ayudaron a manejar.


Finalmente, entre risas, abrazos y esa mezcla de orgullo y alivio, nos reencontramos todos. Terminé en 3:21:28, un tiempo que, aunque no fue exactamente el que tenía en mente, sí representó la satisfacción profunda del deber cumplido.


Una sencilla pero merecida celebración:

Y como buen maratonista, después de una prueba tan exigente, la celebración no necesitaba lujos: solo una buena hamburguesa, papitas y una cerveza bien fría. Nada sabe mejor después de tantos meses de disciplina y kilómetros acumulados. A veces, después de grandes desafíos, la felicidad está en un lugar sencillo, rodeados de quienes caminaron y apoyaron todo el proceso.


Los Agradecimientos:

Así que, con el corazón lleno de orgullo, debo decir con el alma entera: Felicitaciones Amor, un nuevo reto, una maratón más, un sueño muy, pero muy bien logrado! TE AMO!!


Y cómo toda película que se termina, esperando que hayan muchas más por contar, en los créditos sólo nos resta decir:

Gracias al Universo por permitirnos participar de una maratón inolvidable;

Gracias Sídney, por regalarnos una maratón icónica, por abrazarnos con tu energía y por convertir cada kilómetro en un recuerdo que llevaremos para siempre en nuestros corazones;

Gracias a Juliana y a Jonathan, por disfrutar con nosotros cada instante de este viaje;

Gracias a Sandra y Gabriel, por su amor, anécdotas y música que hicieron inolvidable cada momento compartido.

Gracias Germán y Kioko, por viajar desde Japón para acompañarnos y apoyarnos en otra experiencia inolvidable.

Gracias Tatiana y Carlos, por sus gritos, banderas de apoyo y ayuda para lograr una logística impecable.

Gracias a la familia que nos acompañó desde lejos, siguiendo cada kilómetro por la app, sosteniéndonos con su cariño incluso a la distancia.


Cheers Sydney!!! Gracias Sídney!!!

y... GRACIAS A TODOS POR TANTO!!.








 
 
 

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